martes, 2 de septiembre de 2008

El reproche

Entre los temblorosos cocoteros
sollozaba la brisa; y en la rada,
del ocaso los rayos postrimeros
eran como una inmensa llamarada.

Al oír mi reproche
se apagaron en llanto sus sonrojos,
y fue cual pincelada de la noche
el cerco de violetas de sus ojos.

Y al confesar su culpa
su voz era sollozo de agonía,
y la blancura de su tez fingía
del coco tropical la nívea pulpa.


Ismael Enrique Arciniegas

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